4 de noviembre de 2008

Nivel 9: El Portal.

- ¡Eh, eh, dehpiertta! – una voz abrasadora se hace camino entre mi mente inundada. Intento hablar, pero una fuente de agua salada sale de mi boca mientras dos manos ardientes embisten mi pecho y me hacen chocar contra el suelo duro y encharcado. - ¡Vamoh, rehpira!
Mis pulmones me exigen oxígeno, me duelen y escuecen a causa del agua, que seguía saliendo a borbotones por la boca y las fosas nasales, sin dejarme un minuto para respirar. Por fin, la fuente en que me he convertido deja de expulsar agua y la sustituyo por una tos áspera, de asfixia, cuando por fin consigo tragar una bocanada de aire. Temo que la sal me ha desgarrado la garganta.
- ¡Eh, colega! – De nuevo esa voz tan cálida y áspera, una voz que no me interesa, pero que parece preocupada por mí - ¡Casi no lo cuenttah!
La voz no es del todo desagradable, femenina y dulce de algún modo, pero con las aspiraciones de las eses y ese extraño deje al hablar es muy difícil entender lo que dice.
Abro los ojos, ignorando el dolor, y me asalta el rostro de una joven trol, el pelo le cae como una cascada de fuego por el pecho y se inclina sobre mí, sus manos dejan al fin de golpearme en las costillas al ver que ya respiro casi con normalidad. Su piel azulada arde al tacto y es muy suave, sin mácula visible.
- ¿Dónde estoy? – la voz se me quiebra por el escozor. Debo tener la garganta al rojo vivo.
- Ehtás en una isla cerca del Marjal – contesta, sin darle importancia -. ¿Tu bahco naufragó?
Parece ansiosa por conocer mi historia, y al ver que no haya respuesta por mi parte, se presenta como una maga bajo el mando de Tabetha en Marjal Revolcafango, me explica que me encontró tirada en una playa hace lo menos dos días. Me cuenta también que el barco “La Doncella”, que viajaba de Trinquete a Bahía del Botín había naufragado, e imaginó que yo fui una de sus desafortunados pasajeros.
Miro a mi alrededor mientras sopeso si contarle la verdad o admitir que soy uno de los pasajeros de La Doncella. Estamos rodeadas de bastos árboles, donde todo es marrón: la tierra, el tronco de los árboles, el agua… Sí, reconocí el lugar, había estado allí hacía un par de meses para capturar al gran reptil Lodomuerto, enviada por un Maestro Cazador de Cima del Trueno, y poco después había vuelto para ayudar al poblado ogro con sus problemas con los draconantes. Reconocer el lugar me resulta agradable, suspiro agradecida de haber salido de la apestosa celda de la que no sé su localización todavía, pero ahora estoy fuera, por fin.
- No, no naufragué – opto por decir la verdad, nunca se me ha dado bien mentir -, escapé de una especie de celda, no sé cómo he llegado hasta aquí.
Y no lo sé, porque lo último que recuerdo es estar a punto de llegar al Portal para cruzar a Terrallende junto con Necrodoom.
Kirkhe frunce el ceño, pensativa, mirándome a través de sus pestañas, sus ojos verdes brillan con intensidad.
- Bueno – dijo al fin -, en una guerrah siempreh hay secuehttroh.
No parece muy convencida con su afirmación, ni yo tampoco. En la guerra con la Alianza, ningún bando ha capturado rehenes, simplemente nos matamos, no tiene sentido que ahora hayan empezado a raptar a los luchadores del bando contrario. No, no tiene nada que ver con nuestra guerra, estoy segura de ello.
- Y, ¿cómo es que naufragó La Doncella? – no me imagino a los goblins arriesgarse a perder dinero por culpa de un accidente, siempre lo revisan todo mil veces precisamente por eso.
- Dijeron argo de uhn motín – contesta la maga, desfrunciendo el ceño -, ahora pareceh que eh la moda, loh zepelineh también sufrieron lo suyo.
Pero no le da más importancia al asunto, y tampoco me pregunta por el secuestro.
La ayudo, tambaleante, a recoger algo de madera y la apilamos en forma de tipi para prender una pequeña fogata. Kirkhe no necesita de yesca ni pedernal, acerca su mano al montón de madera y concentra en ella parte de su poderosa magia, formando una pequeña bola de fuego, que prende la madera en el acto. Aparta la mano y, orgullosa, me sonríe con complicidad:
- En teoría no puedo utilizar la magia para este tipo de cosas.
Me río con ella, su carcajada no es nada musical pero tampoco es desagradable, es la risa del desierto que la crió, y del fuego que lleva por dentro luchando por salir. Es curioso lo bien que se me da olvidar cosas desagradables, como la soledad de mi celda o el frío, ahora en la libertad y en compañía es difícil pensar en mi prisión.

A la mañana siguiente, Kirkhe y yo decidimos salir hacia el poblado Murohelecho y, desde allí, dirigirnos a Orgrimmar, capital de la Horda por excelencia, y emprender, para mí por segunda vez, el camino hasta el Portal. La maga opta por acompañarme, ya que ella tiene que ir también a Terrallende a continuar su instrucción, y así emprendemos la marcha.
Kirkhe empieza a narrar su vida de forma desordenada, saltándose años de su infancia para luego volver a ellos y hacer un nuevo salto. Por lo que he podido comprender, nació en un pequeño poblado habitado tanto por orcos como por trols, y que de pequeña siempre causaba problemas: quemaba la comida o congelaba a los niños con los que jugaba, sin poder controlar su magia. A los quince años comenzó su entrenamiento como maga, y pronto salió a buscar aventuras. Ha pasado casi dos años yendo y viniendo al Marjal, con Tabetha como maestra, hasta que ya su entrenamiento se ha atascado y debe buscar un nuevo instructor.

Al cabo de un día entero de camino, llegamos rendidas y agotadas al portal. Un escalofrío recorre mi espalda, agudizando mis instintos, mirando frenética a todos lados, pues algo me decía que allí había ocurrido, allí, hacía aproximadamente un mes, me habían secuestrado.
Pero mi mirada se clava en el Portal, un gran umbral de piedra con dos centinelas gigantescos tallados en cada lado y una cabeza de serpiente enorme con las fauces abiertas en el marco superior, todo en lo alto de una gran escalinata de piedra blanca.
El umbral, formado por magia primigenia, revela en su interior espirales de esa magia, que fluye como ríos de energía en todos los tonos de verde y azul. Nada se ve a través del Portal.
- Hay que cruzar – anuncia Kirkhe, emocionada, dando pequeños saltos de puro nerviosismo.
- Pues crucemos – sentencio.
Decidida, doy un paso tras otro hacia la espiral del Portal, lleno mis pulmones de aire y guío mi pezuña derecha hacia el interior de esa magia ancestral. Noto cómo algo me succiona hacia dentro, y a una velocidad vertiginosa, me encuentro dando vueltas en un vórtice de colores eléctricos, que tiran de mi cuerpo con tanta fuerza que noto cómo va a romperse si el tirón no cesa. Intento cerrar los ojos y evitar pensar, pero no lo logro y los colores se transforman en extrañas estelas desenfocadas. Algo me empuja, con más fuerza todavía, y salgo del vórtice por el otro Portal. Del mareo por la velocidad, caigo al suelo de rodillas mientras noto cómo mi cabeza se va, con el estómago revuelto, sin poder evitar el vómito. A mis espaldas, un orco guerrero se ríe mientras se acerca, tendiéndome su gran mano; me apoyo en él sin mucho convencimiento, las patas me tiemblan por el viajecito y mi estómago amenaza de nuevo.
- No te preocupes – me dice el orco sonriente -, a todos nos pasa la primera vez. Ya verás que la próxima vez no será tan dura.
Gimo. ¿Es que va a haber una próxima vez?
A los pocos segundos es Kirkhe la que aparece por el portal, de pie y perfectamente normal, incluso dando de nuevo saltitos de emoción. Me sonríe eufórica mientras me mira, debo tener un aspecto horrible, aferrándome a la manaza del orco, y tapándome la boca con la mano libre. La fulmino con la mirada cuando, contenta, exclama:
- ¡Geniah! ¡Ottra vehz! ¿No tte ha parecío lo mejoh del mundo?
El orco se empieza a reír mientras por mi mente pasan crueles castigos tanto para él como para la maga, ¿por qué yo he tenido que hacer el ridículo mientras ella ha cruzado bailoteando y sin vomitar? Kirkhe se acerca, aún con una deslumbrante sonrisa, y me coge del brazo, intentando no mirar el charco que he dejado a mis pies, y me aleja de allí, despidiéndose del orco, que también seguía riéndose.
- Venga, reconoce que no ha ehtado tan mal – me insta Kirkhe, convencida de que estaba exagerando mi reacción.
- Los colores eran bonitos – es lo único que admito, y no pienso dar mi brazo a torcer.
Resuenan en el aire, cargado y enrarecido, gritos de batalla sin cuartel: allí, los soldados de la Horda o de la Alianza luchan codo con codo contra monstruosos demonios de tamaño colosal, que sobrevolamos desde lo alto con los dracoleones que nos llevan hacia el primer poblado Horda de Terrallende: Thrallmar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ea Terrallende!

Se pone interesante la historia :-)

Anónimo dijo...

:S no me extraña que maree, no olvidemos que salía de un prolongado encierro y estaba debilitada >_<

Zharotina dijo...

Jeje, exactamente :D Perdonad que tarde en escribir, no me olvido de ahcerlo, no, es que toy con exámenes, pero pronto tendréis el cap 10 :D Gracias a todos ^^
V. Zharotina.

Anónimo dijo...

No te quiero meter prisa Venatrix.... sé que estás de exámenes, pero por favor, en cuanto puedas pon el siguiente nivel de la histora de Zharotina.
Estoy deseoso de leerla.
Felicidades por vuestro Blog, me parece genial y creo que Sirom y tu hacéis buena pareja