7 de octubre de 2008

Nivel 1: La Celda.

Clock. Clock. Clock.

El sonido sordo y profundo de una gota que cae me sacó del estupor, o quizás sólo fuera que el efecto de las drogas había desaparecido, pero aún así, mi mente estaba embotada y mi cuerpo entumecido.

Frío. La humedad se está adueñando de mi cuerpo y mi respiración es torpe, pesada. Duele. No sé dónde estoy y apenas puedo recordar mi nombre, Zharotina… sí, así me llamo, Zharotina. Alzo mis manos e intento enfocar la vista, son grandes y el dorso está recubierto por pelaje suave y blanco, aunque manchadas de barro. Tengo las palmas encalladas… por el uso, imagino que debo trabajar mucho con ellas… Suspiro. Miro a mi alrededor y lo que veo me confunde aún más: estoy encerrada en lo que parece una mazmorra, un mínimo rayo de luz clara y tenue entra por una rendija diminuta, el aire es pesado, huele a moho y a agua estancada, y al pie de la puerta, alguien ha dejado una bandeja con un mendrugo pan ennegrecido, carne podrida, y un vaso oxidado, imagino que lleno de agua.

Llevo las manos a mi rostro, tengo el hocico congelado y mechones de pelaje encostrados en sangre, y las crines castañas, antes suaves, ahora son ralas y caen lacias por mis hombros. No sé cómo he llegado hasta esta celda infecta e inmunda, apenas recuerdo quién soy o quién fui tiempo atrás. Palpo mi cuerpo, mis vestiduras están ajadas, estoy ardiendo y a juzgar por el estado insalubre de la habitación, seguramente esté enferma. Me siento débil, mi secuestrador no se ha molestado demasiado en mantenerme con vida, pero no pienso darle el gusto de abandonar tan fácilmente. Con un esfuerzo que me cuesta todo mi aliento, arrastrándome por el suelo pedregoso y de fango helado, llego hasta la bandeja con comida en descomposición y la devoro, reprimiendo las arcadas que produce el agrio sabor de la podredumbre en mi boca, disfrazando aquel gusto inmundo con el pan reblandecido, y de un trago apuro el vaso, procurando que mis labios no tocaran la superficie del recipiente, el líquido era espeso y estaba gélido, no era agua pero no era del todo desagradable, comparado con los demás “manjares”.

Clock. Clock. Clock.

De nuevo esa maldita gota, que impide que hile mis pensamientos. Poco a poco, las drogas han desaparecido totalmente y me encuentro más despierta, la comida parece haberme dado algo de fuerza y mis sentidos, poco a poco, se agudizan acostumbrándose al entorno sombrío y de ultratumba. Puedo oler la brisa marina que se cuela por la rendija estrecha, incluso puedo oír el batir de las olas contra la pared de roca, y es el agua filtrada la que produce el goteo incesante y este frío sobrecogedor que entumece los sentidos y enturbia el alma.

El tiempo pasa, mi mente aún emborrona mis recuerdos, impidiéndome conocer mi pasado, tan sólo soy capaz de rememorar unas verdes praderas mientras la luz clara e ínfima que me ofrecía el exterior desaparece lentamente, o quizás sean nuevas drogas ingeridas en la bebida las que oscurecen de nuevo mis ojos. Por hoy no quiero hacer más esfuerzos, y aunque la ausencia de recuerdos me priva de todo sentimiento que me lleve a la tristeza o a la desesperación, confío en que mañana vuelva a abrir los ojos. De momento, me refugio en esas verdes praderas que aparecen cuando cierro los ojos, e intento imaginar la calidez del sol, el tacto de la hierba en mis pezuñas… Y en seguida, llega la nada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

nadie ha comentado esto.. increible, precioso relato¡¡ me ha encantado espero que siga y no sea un breve relatillo ANIMO ES MU XHULA ESTE BLOG

Zharotina dijo...

Gracias!! Menudo subidón de moral, amigo! Cada martes publicaré la continuación, espero que os guste! ^^
Venatrix Zharotina.