18 de octubre de 2008

Nivel 5: Sirom Stormwalker.

>> Cuando desperté aquella mañana, un escalofrío recorrió mi espalda a pesar de la brisa bochornosa. No fue un augurio, ya sabía que ese día iba a llegar, aunque ignoraba que fuera tan pronto.
Tenía casi veinte primaveras, y se ataba las crines de la barba en tres coquetas trenzas, que simbolizaban la madurez en los tauren macho. Era muy alto y apuesto, y su espeso pelaje brillaba al sol con reflejos rojizos, y en sus ojos oscuros se podía apreciar la vitalidad de la infancia; era mi mejor amigo, mi Sirom, quien alguna vez me prometió que estaríamos juntos siempre… y sin embargo, ahora había efectuado un cambio de planes que nos separaban hasta la Madre Tierra sabe cuándo. Por supuesto, toda la aldea había estallado en vítores, todos estaban muy orgullosos de que el chamán más joven se fuera a vivir su vida, todos, menos yo.
- ¿No vas a contármelo? – insistió Necrodoom, sacándome de mi ensimismamiento.
- Estoy buscando a… un amigo – me avergoncé al pensar en él como mi prometido -, que me prometió que volvería a por mí, y aún le sigo esperando.
Necrodoom advirtió la ira y el enfado en mi voz. Se removió incómodo, y me imaginé que no le gustaba que la gente hablara de sus sentimientos. Que no hubiera preguntado.
- No sólo erais amigos – negó mientras el zepelín atracaba en la torre. Me apresuré a bajar, no me gustaban las alturas.
Suspiré. ¿Pero acaso quería seguir oyendo más de mi deprimente vida? Era aburrida y, generalmente, marcada por la mala suerte, como cuando me perdí de camino a los Baldíos y estuve vagueando por un lugar oscuro y cenagoso durante tres días.
- Sirom decidió que no podía esperarme – añadí, hablando muy rápido -, así que se fue y me dejó en el poblado, creo recordar que ni siquiera se despidió de mí, de la prisa que tenía por irse.
En realidad, recordaba aquél día más nítido y claro que cualquier otro acontecimiento.
- Estuve trabajando haciendo pequeños recados en el poblado hasta que alguien descubrió que tenía puntería y que los animales me obedecían, así que empecé a instruirme como cazadora – Necrodoom me observaba, absorto en mis palabras -. Pensé en la posibilidad de alcanzarle y de poder ir con él, le mandé cartas explicándole mis adelantos y suplicándole que me esperara para ir juntos. Nunca me esperó. Perdí la esperanza y dejé la instrucción.
- Mal, mal, mal – replicó Necrodoom -, nunca hay que dejar a medias una cosa.
- Retomé la práctica al adiestrar a Fang, mi primera mascota, un lobo mulgoreño, y bueno, poco a poco me iban dando más trabajo y me acercaba, paso a paso, hasta Sirom.
Recordar a Fang me hizo entristecer, nunca se olvida a la primera mascota.
- Pronto le alcanzarás – me animó Necrodoom, sin éxito, aunque sonreí por cortesía.

Lo último que supe de Sirom fue que había llegado a Terrallende, hará cosa de un mes, y pronto le alcanzaría, pues Necrodoom me había ayudado a seguir sus pasos y ya tenía una de mis pezuñas puesta en esa tierra desconocida.
Me sentía tan estúpida, persiguiendo a alguien que huía de mí, que las lágrimas luchaban por salir. Cuando me enfado me entran ganas de llorar, qué costumbre tan infantil. Sólo quería regresar al poblado y no levantarme de la cama en un mes, pero antes de eso tenía que encontrar a Sirom, demostrarle que finalmente llegué hasta él, y prometernos luego a ambos que no nos volveríamos a ver. Era cuestión de orgullo, y yo era muy orgullosa.<<

Las lágrimas se desbordan de mis ambarinos ojos cuando recuerdo a Sirom. No soy capaz de asimilar el hecho de que quizás no vuelva a verle nunca, de que no cumpliré mi promesa – estúpida e infantil – porque todo apuntaba a que esta fosa maloliente y casi submarina sería mi tumba. Tonta, tonta.
La impotencia y la rabia se apoderan de mí, a sabiendas que no hay nada que hacer. Me acurruco en el suelo, con el mar a mis espaldas, rememorando los pocos momentos que pasé con Sirom, hacía ya tantos meses que no parecían recuerdos reales, de cómo me acunaba suavemente mientras me arrullaba con su voz grave y profunda al calor de las noches en Mulgore. Mientras buceo en un océano y desesperación, el sueño se apodera de mí, demasiado agotada como para intentar seguir despierta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te quiero por reyes :D, una historia curraaaaadisima colega, de las que en pocos sitios hay si señor /chapeau

Zharotina dijo...

Uah! Muchas gracias, en serio!! Me alegro mucho de que os gusten las historias de una servidora ^^ Espero que leáis el 6º capítulo y que os guste :). Muchas gracias por leer mi humilde cuento.
Saludos,
V. Zharotina.