25 de octubre de 2008

Nivel 7: Los Aliados.

>>Sus ojos refulgieron ante el fragor del combate. Me defendía bien cuerpo a cuerpo, pero no lo suficiente para aguantar contra los cuatro aliados que me atacaban con fiereza animal, mientras Diente Agudo embestía contra la humana más débil, que no lograba zafarse de su presa, e imposibilitaba el lanzamiento de sus hechizos, aunque uno, especialmente efectivo, me impactó de lleno en el hombro izquierdo, traspasando la malla y quemando mi piel. Me llegó el olor de pelo quemado. Al contrario de como lo narran en los libros de fantasía, las cosas no sucedían a cámara lenta, sino que mi mente, embebida de adrenalina, lo procesaba más rápido de lo normal, y me hacía ser consciente de todos y cada uno de los movimientos, de los ataques que me dirigían los aliados. Esquivando como podía las estocadas de los humanos y las zarpas de la elfa, convertida en una temible pantera negra como el ébano, conseguí poner una trampa congelante, que el humano más corpulento no vio y se quedó allí, congelado a mitad del ataque. Pero aún quedaban otros tres, y además la trampa apenas duraba el tiempo suficiente para acabar con ellos antes de que el humano se librara del hielo. La maga luchaba todavía por mantener los colmillos de Diente Agudo lejos de ella, por lo que dejó de prestarme atención, pero la elfa de noche no cesaba en sus ataques, no dudaba en atacar tanto con las zarpas, con afiladas garras mortales, o con sus colmillos, que dejaba al descubiertos en lo que parecía una amenazante sonrisa burlona.
La lucha desigual empezaba a menguar mis fuerzas, y mi armadura empezaba a despedazarse bajo el filo de la contundente espada del humano guerrero, que junto con la elfa, no daba muestras de estar agotado, o si quiera mínimamente cansado. La humana maga, poco a poco fue perdiendo su energía y le resultaba imposible concentrarla en un hechizo, y no tardó en venirse abajo, las rodillas hundidas en la árida tierra de rojo óxido, los brazos ensangrentados por las mordeduras y los arañazos, mientras con su último aliento exhaló también su último conjuro, en el que se envolvió en un nido de hielo que la protegió de los mordiscos de mi raptor, que al ver la inutilidad de sus ataques, decidió que era más efectivo cargar contra la elfa de noche, a la que consiguió hincarle el diente en el costado. Chilló con un rugido agudo, volteándose hábilmente con su silueta de pantera, bella y letal como la misma bestia, y le propinó un soberbio arañazo en el hocico de Diente Agudo, apartándole de ella y tirándole al suelo, malhiriéndolo.
Mi querido Diente Agudo me dirigió una lastimera mirada, pidiéndome perdón al comprender que estaba todo perdido, incapaz de levantarse, mientras veía cómo la trampa se descongelaba y liberaba al humano que faltaba, que volvió a cargar contra mí su espada letal, que desgarró mi piel a la altura del vientre, desprovisto de malla protectora. Caí, con la herida escociendo y oyendo los latidos de mi corazón palpitando en mis oídos. Sin respiración para poder gritar, la garganta seca y los ojos anegados de lágrimas de rabia e impotencia. El ataque cesó, por supuesto, a una orden del humano, pero no la humillación. La elfa pasó de ser una elegante felina a la hembra mortal de piel mortecina y azulada, tatuada la cara y con extravagantes pendientes en sus afiladas orejas, se agachó y me obligó mirar a sus ojos claros, desprovistos de pupilas, que me miraban henchidos de odio y venganza. Susurró algo que no entendí, desconocía esa lengua extranjera, silbante y clara, aunque me pareció que escupía las palabras con desdén, coronado por ese tono de burla.
Pero algo la distrajo, un sonido que se acercaba, y la hizo apartarse de mí al tiempo que adquiría de nuevo su forma de pantera, alertando a sus compañeros. La maga salió de su barrera protectora, agotada todavía y con aspecto desgastado, y los tres humanos siguieron con la mirada la dirección que seguían los ojos de la elfa druida, que erizaba el pelaje de su lomo, gruñendo a lo desconocido.
Empecé a notar que el suelo temblaba, a mi alrededor las pequeñas piedras vibraban y algunas casi saltaban, y tan sólo un par de cosas eran capaces de provocar un estremecimiento similar de la tierra: un dragón enfurecido, algo remotamente probable dado el lugar en que me encontraba, y un kodo de guerra, preparado para aplastar todo lo que a su paso hallara, que era algo más lógico. El retumbe de los tambores de batalla con que cargaban los kodos habitualmente no se hizo esperar. Un kodo enorme y espectacular, de inmaculado color blanco bajo la pesada armadura que cubría su chepa y las generosas patas, irrumpió en la escena, con un tauren macho montado en su lomo, blandiendo dos lustrosas hachas en sus manos con destreza, irradiando un halo azul que electrificaba el aire que cortaban a su paso. Bajó con elegancia y se acercó arrogante a los aliados, la humana le miraba con el pánico reflejado en sus ojos, la elfa le observó inmóvil, con aprensiva expectación, y los dos humanos intentaron mantener el hieratismo en sus rostros, en lo que fracasaron sin remedio, cuando el tauren alzó el hacha que sostenía con la diestra y rozó el cuello de uno de ellos, que empezó a temblar irremediablemente.
Ahora que sabía que estaba a salvo, Diente Agudo se arrastró hasta mi cuerpo yaciente con las nimias fuerzas que había recuperado, y apoyó su cabeza en mis piernas, mientras yo intentaba mantenerme consciente para intentar reconocer al tauren. Pero estaba exhausta cuando vi con sumo desagrado cómo se disponía a desmembrar a mis atacantes, convertidos ahora ellos en la presa fácil, y no pude más que cerrar los ojos. Y aún así, conseguí oír el aullido lejano de la elfa druida y de la grava pisoteada al intentar escapar, y el sollozo de la maga humana al ver tan de cerca su final. No quise oír más y dejé que mi mente se adormeciera, y me sumí en la más profunda oscuridad antes de presenciar la matanza. Ya le agradecería mi vida al tauren más tarde si seguía por allí cuando me despertara.
Me dejé envolver por la oscuridad durante todo el tiempo que pude, hasta que el dolor punzante del corte del vientre me sacó del sopor por la fuerza. Me llevé la mano a la herida, noté el tacto suave de las vendas envolviendo mi cintura con firmeza, apenas mostraban una gotita de sangre.
- ¡Buenos días, dormilona! – me saludó una voz grave y tierna. Se me hizo un nudo al estómago cuando le vi al abrir los ojos, apoyado despreocupadamente en el marco de la puerta.
- ¡Sirom! – intenté que mi voz sonara despreocupada, pero tenía la garganta seca y se quebró a mitad de la palabra.
- Me tenías preocupado – replicó -, llevas casi cuarenta y ocho horas durmiendo y te has perdido muchas cosas, Zharotina.
Sirom, mi Sirom, se acercó hasta mí y depositó un suave beso en mi frente. Le miré perpleja mientras sentía que mis ojos, hinchados de dormir, se anegaban de lágrimas que estallaban en mis mejillas cuando lograban escaparse. Todo el miedo que pasé ante aquellos aliados, la preocupación y el dolor de las heridas y moratones se desvanecieron al instante.
Abracé a Sirom con fuerza, feliz de volver a estar a su lado. Abrí los ojos, aún apoyada en el hombro del tauren cuando vi a Necrodoom, de pie en el umbral de la puerta, que nos miraba con un gesto indescifrable en el rostro, los ojos ardientes de rabia, y los labios contraídos. Estaba claramente disgustado cuando giró sobre sus pies y nos dejó a solas de nuevo. Aquella mirada de rabia furiosa apartó por un instante la alegría de mis pensamientos, pero la almacené en un rinconcito de mi cerebro para analizar todo aquello más tarde, y me dejé llevar por la suave respiración de Sirom, que seguía abrazándome con fuerza, ajeno a todo.<<

2 comentarios:

Unknown dijo...

¡Tatatachán! ¡Y entra en escena en apreciado y a la vez odiado Sirom! No se si algún ali te lee Zharo, pero fijo que hasta él/ella le cogió algo de tirria a la elfa, ¡Dios que mal me cayó!

No se si a alguien más le pasa, pero yo estoy metido en la historia hasta las trancas... ¡Necesito seguir leyendo!

Y después de estos desvarios, solo felicitar a Zharo de mi parte por su estupendo relato ^^ ¡No desistas nunca!

Anónimo dijo...

Creo que escribes fenomenal y además se nota que disfrutas haciéndolo. Sabes mantener la intriga y atrapas al lector hasta el final. ¡Ánimo! Sigue así.