10 de octubre de 2008

Nivel 2: Zharotina.

Desperté acosada por unos recuerdos tan vívidos que parecían quemar mi cerebro, ya bastante dolorido. Recordé por fin el último día en que gocé de libertad, tumbada al raso descansando tras un largo día, aún me quedaba un buen trecho hasta la taberna más cercana y me había parado porque las monturas estaban reventadas y necesitaban parar antes de continuar. No había prisa.
>> Era un suave crepúsculo, el cielo estaba amoratado ya y algunas estrellas lo salpicaban, siempre me gustó observar cómo iban apareciendo en aquel manto que se me antojaba terciopelo negro. Por desgracia, desde que empecé esta vida de cazadora he dejado de contemplar las estrellas, hay cosas más importantes que hacer o eso dicen, personalmente, mi única preocupación tiene nombre propio y no tengo ni idea de dónde puede estar. Él es el motivo de mi viaje, que ahora me parece absurdo, pero no importa, una promesa es una promesa.
- Pronto lloverá – comentó una voz áspera y desgarrada, más similar a un gruñido gutural que a la voz humana -. Debemos darnos prisa.
Aunque a él no parecía molestarle, daba la sensación de que cada palabra le rasgaba la garganta como si fueran alambre de espino.
- La taberna está cerca, apenas a media hora de aquí.
- Si las monturas aguantan – observé con cierto deje en la voz. No me apetecía moverme, estaba cansada y no me importaba dormir bajo la lluvia, mi denso pelaje me cubría perfectamente, pero Necrodoom no tenía esa suerte.
- Si las monturas aguantan – afirmó Necrodoom observando a las aludidas, que descansaban en el suelo, respirando pesadamente.
Necrodoom había resultado un personajillo interesante, no sabía nada de él acerca de que no le agradaba su condición de “no-muerto” y buscaba una cura, aunque como ya le habían dicho, no existía tal. Nos conocimos hacía un par de semanas, él buscaba vengar su desdicha y su “putrefacción”, y en cierto modo, yo también deseaba venganza, pero en sentido diferente. Él quería matar a quien le había convertido en un no-muerto, y yo deseaba encontrar a quien me había abandonado, y por quien había emprendido esta aventura.<<

Fue un alivio examinar detenidamente ese recuerdo que, por algún motivo, se había desencadenado en mi memoria en forma de sueño. Podía rememorar a la perfección la piel nívea y pétrea de Necrodoom, sus ojos hundidos y opacos en los que pocas veces se apreciaba un atisbo de vida; su aroma inconfundible a madera húmeda y almizcle, y el tono marfileño de sus huesos, que asomaban en la mayor parte de su cuerpecito lánguido y encorvado.
Haber empezado a recordar me ha dado fuerzas para luchar, aún no sé el motivo de mi encarcelamiento ni a quién buscaba tan frenéticamente antes de este confinamiento en vida, pero mi meta ahora será reanudar esa búsqueda.
Por el resquicio de la pared cavernosa se cuela un nítido rayo de luz, insuficiente para alumbrar toda la celda o proporcionarme algo de calor, debido a que tengo el mar a mis espaldas, pero al menos me indica que ha comenzado un nuevo día, el segundo, desde que recuperé la conciencia, en esta celda en la roca.

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