15 de octubre de 2008

Nivel 3: La Luz.

>> Los ojos vítreos de Necrodoom brillaban en la oscuridad con un deje de aburrimiento. Es normal aburrirse por las noches cuando no necesitas dormir, pensé, su fuerza no se agotaba y su cuerpo no se agarrotaba ante el frío ni se volvía pesado bajo el sol abrasador. Le observé en silencio, fingiendo dormir, pero aquel extraño ser despertaba mi curiosidad.
Todo lo que sabía de él es que odiaba la ignorancia y los prejuicios, le gustaba peinarse el cabello en una cresta que le cruzaba el cráneo y poco más. Siempre observaba las situaciones desde distintos puntos de vista antes de decidir cuál era el más apropiado, y hablaba con una cadencia que resultaría petulante en cualquier otra persona, pero no en él, que siempre iba rodeado de ese halo de misterio y superstición. No encajaba en el concepto de guerrero de cabeza cuadrada que lucía un cuerpo musculoso, todo lo contrario: con su postura encorvada y la forma en que parecía arrastrar las armas por el suelo al andar, parecía que en cualquier momento iba a romperse en pedazos. Y además, para gran irritación mía, era un estupendo estratega, siempre planeando ataques y emboscadas.
- Sé que estás despierta, Zharotina - ¡ops! -, y cálmate o vas a hiperventilar.
Era un chulo, cabezón y, desde luego, era realmente irritante.
- No quería levantarme – mentí. Nunca se me dio bien, pero seguía intentándolo.
- Tienes que trabajar duro si quieres encontrarle – me riñó el no-muerto, con su voz grave y desgarrada.
Suspiré. Realmente no tenía que encontrarle, sólo llegar hasta él, pero no era en verdad una búsqueda, sabía que se encontraba en Terrallende, ¿dónde, si no? Era el lugar predilecto, el santuario de los aventureros experimentados que ya todo sabían, que todo lo dominaban, era la capital de aquellos que no buscaban conocimientos, sino fama y gloria. La tentación de hacer inmortal su nombre era lo que le había impulsado, y lo consiguió, pues más de una vez había escuchado su nombre en boca de los clamaguerras y otros pregoneros.
Me levanté pesadamente, apartando de mí la calidez de las sábanas (para ser tauren, siempre he sido muy friolera), y busqué a tientas mi ropa, deseando que Necrodoom no pudiera ver en la oscuridad, aunque si tenía afinados el oído y el olfato, no imaginaba que la vista se hubiera rezagado en su transformación en ese ser extraordinario que era, aunque su aspecto fuera un poco grotesco en cuanto a la carne que le faltaba y que dejaba a la vista sus huesos marfileños.
Diente Agudo alzó la cabeza siguiéndome con sus inteligentes ojos verduzcos, sin levantarse del suelo, y sin perderme de vista, a la espera de cualquier orden que le diera. Adoraba a ese pequeño raptor de escamas escarlatas y colmillos afilados, era un verdadero primor.

Terminé de atarme las tobilleras alrededor de mis pezuñas y me puse en pie, totalmente vestida; me armé la lanza a la espalda y a continuación me pertreché la faltriquera, cargada de balas, y cogí el rifle. Necrodoom me esperaba fuera, ya había preparado las alforjas y las había ceñido en ambas monturas, su caballo esquelético se mostraba hierático mientras mi raptor de batalla le olisqueaba el hocico con curiosidad y le pegaba, sin querer, latigazos con la cola escamosa, que agitaba impaciente. Son tan monas estas criaturas.
Montamos y nos dirigimos con cautela hacia las Tierras de la Peste del Oeste, donde un conocido de Necrodoom nos aguardaba para darnos trabajo. Últimamente, me di cuenta, sólo hacíamos el trabajo que otros no estaban dispuestos a hacer, y eso me enfurecía: era peligroso, era sucio, y mal pagado. No tenía nada de entretenido ser el mercenario de terceras personas, pero en fin, seguramente la fortuna y la gloria bien valdrían estos sacrificios.<<

Había conseguido hacer del resquicio de la pared una claraboya mientras recordaba el día en que abandoné, junto con Necrodoom, Cuna del Invierno. Ayudándome de mis manos y los cuernos había conseguido agrandar aquella miserable grieta hasta convertirla en una apertura bastante respetable. Al tirar lo que quedaba de sillar, la luz del sol me dio de lleno en los ojos, cegándome sin piedad, y notaba la brisa marina con mayor intensidad azotándome el rostro. Me sorprendí de lo cerca que estaba del nivel del mar, a un par de brazos de altura, y comprendí la razón entonces del frío y la humedad, prácticamente estaba dentro del agua.
Me dejé caer al suelo, y contemplé mi celda ahora que la luz no estaba censurada. Una gran puerta de metal se alzaba ante mí, sin ningún resquicio abierto, ni una gatera, ni nada. La pared era de un marrón intenso y brillante debido a la sal y al agua del ambiente, era todo muy deprimente. Pero al menos había salido de la oscuridad, y eso era un gran avance.

2 comentarios:

Elde dijo...

Como el resto de los fragmentos de la historia, sublime, ardo en deseos de leer el siguiente :)

Saludos!

Zharotina dijo...

Muchas gracias! De verdad, es un gran honor escribir este relato ^^. Dentro de poco estará la cuarta parte, lo prometo! ^^ Muchas gracias a todos los que me leéis y me apoyáis, y gracias por los comentarios halagadores, seguiré escribiendo hasta que me pidáis lo contrario. Muchas gracias, y mucha suerte en vuestras épicas aventuras.
V. Zharotina.